Me encantan los jardines botánicos, aunque no sea el hábitat
natural de un bosque siempre es una gozada poder admirar las especies vegetales
tan distintas.
Además el ambiente que tranquilidad y el olor a tierra me
transporta a un oasis en plena ciudad.
Estos vergeles urbanos son el refugio de
mucha fauna silvestre que encuentran aquí un lugar de descanso en muchas de sus
migraciones.
Además es un lugar ideal para acercar y enseñar a los niños aspectos de la naturaleza que ya no les rodea por desgracia.
Se convierte por un día en
un aula al aire libre dónde se aprende con todos los sentidos: el tacto, el color,
los olores y el juego.
La lección de ese día seguro que no la olvidan porque es toda
una experiencia.